Desconectado del trabajo.


Existen personas que están rodeadas de compañeros en su lugar de trabajo. Sin embargo, esto no conlleva a que se sientan unidas a ellos. Son numerosas las personas que se sienten
desconectadas en su trabajo.  Este número aumenta en aquellos empleados que realizan su labor desde casa.

Correos electrónicos, sms, mensajes de voz, videoconferencias, chat, whatsapp, redes sociales… La tecnología no ayuda a sentirnos unidos. La rapidez de la comunicación ha dado paso a una incomunicación personal.

En algunos casos, existen dificultades para poder mantener una conversación con una voz humana y mucho más si lo que queremos es comunicarnos con la cara de otra persona frente a nosotros.

Vivir esta desconexión  lleva a las personas a sentir ansiedad, fomentar cierto grado de preocupación y/o favorecer el estrés.

Lo más curioso (y preocupante) es que existen empresas que, además de la incomunicación personal que puede generar la tecnología,  fomentan y buscan esta desconexión entre sus empleados. Los métodos usados son varios:

  • Tratan a sus empleados de manera impersonal, fría y distante.
  • Los superiores mantienen información y juegan con ella, en lugar de comunicarla de forma clara y directa. De esta manera, los jefes piensan que ostentan el poder y reconocimiento que no logran por su eficiencia y buen hacer profesional. (Quien tiene la información, tiene el poder ¿?)
  • La comunicación mediante correos electrónicos  prevalece sobre la  presencial.
  • Buscan una sobrecarga de trabajo hacia sus empleados que les impida a estos dedicar tiempo a las relaciones personales  buscando una interacción con sus compañeros.
  • Las instalaciones donde se realiza el trabajo son frías y están separadas con mamparas que impiden el contacto visual entre empleados.
  • Los mandos fomentan la cultura del rumor y de las comparaciones entre sus empleados para crear malas relaciones entre ellos.
  • Fomentan la competitividad entre los diferentes departamentos buscando que se relacionen poco entre ellos.
  • No dan explicaciones y siempre culpan a terceros de los destinos de la compañía.
  • Huyen de reuniones de equipo en los que se vean obligados a transmitir información. Prefieren conversaciones individuales en los pasillos.
  • Convierten la empresa en una entidad administrativa. Siendo preciso rellenar impresos para poder comunicarse con los superiores o recibir respuesta de los mismos.

Curiosamente, algunas de estas compañías, tienen un estupendo y espectacular cartel en la recepción de sus instalaciones reflejando los VALORES de la empresa. Pregonan hacia el exterior las muchas políticas que están llevando a cabo para que cada uno de sus empleados sienta felicidad en el trabajo.

Las personas necesitamos sentirnos conectados. No hablo de las conexiones tecnológicas, que también. Me refiero a las conexiones humanas. Compartir, sentir que no está solo. Comprobar que tu problema o inquietud es la misma que tiene tu compañero. Invertir unos minutos hablando de deportes o de la familia con un compañero, mientras tomas un café,  te llena de energía para afrontar el resto de la mañana.

En momentos como los actuales, aquellas empresas que han optado por una política de incomunicación y mayor presión hacia sus empleados están consiguiendo resultados cada vez más alejados de los esperados. Son empresas donde los empleados, desconectaron hace ya meses y se despidieron interiormente de la empresa hace ya tiempo. No comparten una misión y no comparten para nada los valores de la compañía. No los del cartel de la recepción, sino los que rigen el día a día de puertas adentro.

Aquellas empresas en las que existe una relación humana, e incluso la fomentan, poseen menores índices de estrés en su plantilla; cuentan con una menor rotación de personal; producen más y cometen menos errores; son más eficientes; tienen un mayor nivel de compromiso organizacional; combaten mejor los momentos de crisis; alcanzan sus objetivos o se quedan más cerca de ellos que aquellas que siguen una política de desconexión de sus empleados.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”

( Wittgenstein)

Me permito la libertad de modificar esta magnifica frase:

“Los límites de mi comunicación son los límites de mi mundo”

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