¿Cuánto me queda por aprender?
Reconozco que cada día que pasa, siento que el camino se hace más largo. Y sin embargo, lejos de desanimarme me hace ser más consciente de lo poco que sé y del esfuerzo adicional que debo invertir en dar cada paso necesario para recorrer el sendero que hace unos años decidí emprender.
Perdí hace tiempo la cuenta del dinero invertido en formación, en libros, en asistencia a seminarios, jornadas. Al dinero, sumo el tiempo. Tiempo dedicado a conocer mi profesión, a leer, a conocer cómo trabajan otros compañeros de viaje. Tiempo robado a mi mujer, a mis hijos, a mis amigos.
Y sin embargo, sé que esto acaba de empezar.
Admiro a aquellos que son capaces de sentirse coaches, tras realizar un curso de fin de semana, quizás alcanzan cuatro fines de semana. Yo, lo reconozco, soy un aprendiz y todavía me queda mucho por aprender y quiero que sea así.
Mis maestros, me contagiaron humildad, sencillez, presencia ¡Qué lejos me encuentro de ellos! Siento que cada paso que doy, me aleja aún más de ese modelo que construí con lo que me marcó de cada uno de ellos. O quizás, nunca he estado más cerca de no necesitar modelos creados para sentirme yo mismo. Y la duda, me hace caminar, pues lo importante no es lo que yo quiera parecer, lo importante es SER.
Pasión convertida en oficio. Trabajando, no la perfección, sino la mejora constante. Por el camino me cruzo con carteles que anuncian la consecución de un estado tan alto de felicidad a cambio de unas cuantas monedas. Y sonrío. Y sigo mi paso. Y sé que mañana me encontraré con otros carteles parecidos.
Otros aprovechan para comercializar vencedores de miedo a aquellos que se supone son soldados formados en aniquilar ansiedades con dos preguntas, un guiño… y los demás nos mantenemos en silencio.
Y así seguiremos, porque algunos, amamos mucho lo que hacemos. El tiempo, acallará a aquellos que olisquearon un negocio fácil en el acompañamiento de personas. Y quedarán aquellos que son capaces de entregarse en un abrazo; que perciben un tesoro en una sonrisa; que desaparecen cuando no se les necesita; que siguen sintiéndose aprendices y lo serán siempre, pues nacieron para serlo.
En el camino aparece una piedra. Me siento a descansar y tomar aliento. Unos árboles mecen sus copas movidas por el viento; acompañan, sin saberlo, pausadamente el tempo de mi respiración. Y aquí quedo, callado, en silencio.