¿Quién dijo miedo?
El miedo es una emoción primaria que tiene como misión principal la de informarnos que podemos sufrir algún daño nosotros, nuestros proyectos o las personas a las que amamos. Existen los miedos innatos como miedo a las arañas, a los lugares cerrados… Este tipo de miedos se da en todas las culturas. Por otra parte están los miedos aprendidos que son los miedos que tenemos ante un estímulo determinado. Tenemos miedo a volar tras haber experimentado un viaje complicado en el que el piloto realizó un aterrizaje forzoso.
Todos los animales aprenden a tener miedo de aquello que les puede causar dolor. Los seres humanos además sentimos miedo hacia aquello que nos pueda causar dolor emocional.
El miedo interior es un valioso compañero de viaje. Ante situaciones que identificamos como peligrosas, el miedo actúa de emisor de señales para que estemos alerta. Identificar el miedo y hacerle caso cuando aparece de cara a avanzar, teniendo en cuenta los posibles riesgos que corremos ,es positivo. El tema se complica cuando el miedo deja de ser interior y nos dejamos llevar por él, pasando a convertirse en un miedo modelado por el entorno humano, geográfico, económico o cultural. El gran Eduardo Galeano lo plasma muy bien:
Los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de andar y los peatones a ser atropellados.
La democracia tiene miedo a recordar y el lenguaje tiene miedo a decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas miedo a la falta de guerras.
Es tiempo de miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin valla, al tiempo de relojes, al niño sin televisor, miedo a la noche sin pastillas de dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad por aquello que uno ha sido, miedo a morir, miedo a vivir.
Hoy es normal ver a la gente viviendo desde el miedo. Desempleo, crisis, caos, derrumbe financiero, futuro incierto,… es complicado hoy no caer en ese miedo global. Si a esos sumamos los miedos a hablar en público, a hacer el ridículo, a cometer fallos, al fracaso,…levantarnos todos los días ya es una valentía.
Trabajar en la seguridad de uno mismo, en la voluntad y en el valor ayuda a despegarnos del temido miedo. Sin embargo más necesario es ceder el control y aceptar el valor de la provisionalidad inherente a la vida. El miedo nos ofrece una maravillosa oportunidad de superar nuestros límites. Tememos a aquello que no podemos controlar, aquello que creemos que no somos capaces de hacer y no permitimos demostrarnos que sí podemos hacerlo, dejando que se instale en nosotros el miedo. Atrevernos a hacer precisamente eso que nos bloquea nos lleva a comprobar que aquello que tanto temíamos solo era algo instalado en nuestra mente. Por un momento, piensa las veces que has vencido miedos y qué has pensado una vez superado. La respuesta mayoritaria es: pues no era para tanto ¿Por qué no me habré atrevido antes?
Con mis coachees realizo un fácil ejercicio que les sirve a reducir la ansiedad que el miedo les genera.
Les pido que en un papel describan lo mejor que puedan eso que tanto les preocupa. Les invito a que se tomen todo el tiempo necesario y escriban todo lo necesario para que quede perfectamente detallado el motivo de su ansiedad.
Una vez escrito les propongo que tachen todas aquellas frases que llevan a describir más el problema. Normalmente suelen empezar por palabras como: “además”, “siempre”, “nunca”…
Luego les invito a tachar todo lo que haga referencia a recuerdos. Los identifican fácilmente pues normalmente van precedidos de palabras como: “antes”, “hace un tiempo”,…
Una vez realizados los descartes el motivo quedará más centrado, aparecerá más concreto. Tras el texto escrito es sencillo identificar que aquello que le preocupa puede ser algo como: Mi mujer no me llama al trabajo todos los días.
Una vez identificado le pido que imagine que ese motivo de preocupación es de un amigo ¿Qué le diría a un amigo para ayudarle? Con esto lo que busco es que de él salgan consejos positivos hacia su amigo que luego invitaré a que se los aplique él mismo.
Como decía Anäis Nin: “Y llegó el día en que el riesgo que representaba permanecer cerrada en el capullo era más doloroso que el riesgo de florecer”.