Juanma Rodríguez

Cierras los ojos y buscas el inicio exacto del problema que hoy tienes ante ti. Silencio, atención absoluta a la hora de revolver entre recuerdos desordenados. Dedos acusadores se mueven sigilosamente por unos pensamientos archivados de aquella manera.
Sientes, ayudando a lo que la mente no es capaz de encontrar. Revives emociones que den valor a imágenes que aparecen ante ti con la misma nitidez de entonces.
¿Dónde está el inicio del problema? Algo te dice que saberlo, te llevará a resolverlo. Recuerdas las palabras dichas por aquel anciano tan querido: “Para quitar un árbol enfermo, lo mejor es hacerlo desde su raíz”.
Por más que escarbas no encuentras la raíz de lo que hoy te sucede. Te desespera, te cansa, te agobia. Buscas refugio en tu rincón, ese lugar donde la oscuridad te da luz; donde la protección de las paredes te permiten conectar con tu alma.
Poco a poco la luz se va haciendo más grande; las imágenes pasan lo suficientemente lentas y descubres la causa que generó lo que hoy te impide vivir de manera plena. Unas lágrimas aparecen por tus ojos y dibujan un húmedo sendero en tu mejilla. Aquella pequeña cosa insignificante, aquello que nadie percibió, ha generado una situación límite.
Sin embargo lo que para ti es la raíz, realmente es el resultado de una semilla que fue plantada mucho tiempo antes. Pocas veces te darás cuenta que el inicio exacto fue como poco un año antes de lo que tú has identificado, sino más.
En ese momento de encuentro percibirás que la energía que emanabas hace tiempo, es lo que generó tu situación actual. Cerrarás entonces los puños llenos de rabia, al descubrir el tiempo perdido.
Borras el sendero de tu mejilla. Bocanada de aire que hinchan tus pulmones. Escuchas una voz que lentamente te lanza una pregunta: ¿qué energía quieres tener hoy? Recuerda que será la responsable de tu situación futura.